15 de noviembre de 2010
Esta semana ha sido muy intensa para el sportinguismo, además de lo puramente deportivo con un partido de copa y uno de liga contra el Madrid hemos visto como nuestro entrenador Dn. Manolo Preciado se enfrentaba al poderoso y a su caverna mediática para defender su honor como profesional y el orgullo del Sporting y los sportinguistas.
Este hecho honroso ha servido para unir a todos los aficionados contra el ataque gratuito de un egocéntrico que para su beneficio no duda en arremeter contra la honorabilidad de equipos y profesionales que no por modestos dejan de darle diariamente al ególatra una lección de saber estar.
Pero en esta unión del sportinguismo contra el ataque exterior falta una parte muy importante que a la hora de escribir estas líneas no se ha expresado: el club con el entrañable presidente a la cabeza. Eso sí, se han visto imágenes elocuentes de los abrazos y los gestos que mas que amabilidad esconden un servilismo que a los aficionados nos parece vomitivo.
Hay un momento en la vida en la que debes plantar cara al que te agrede por muy poderoso que este sea. Eso lo ha hecho Preciado, lo han hecho los futbolistas sobre el campo, lo hizo la afición llenando el templo y llevando en volandas al equipo pero no lo han hecho los que detentan la cabeza de esta organización.
Las declaraciones del impresentable entrenador blanco, las portadas de los periódicos con el mendaz marca a la cabeza y el incidente en el garaje del Molinón necesitan que el club señale clara e inequívocamente que se puede ser caballeroso sin caer en el servilismo. Aquí tiene el entrañable y el bienpagado director general la oportunidad de defender primero al club, luego a su entrenador y por último a su afición.
Pero me temo que nada harán y nos dejaran en cierta medida a todos con el culo al aire. Escribía el otro día un periodista que en el consejo del sporting había mucho madridista, sería demoledor que lo fueran más que sportiguistas.
Por lo demás hemos visto lo de siempre: protección arbitral para el poderoso, provocaciones de las estrellitas blancas, malos modos por parte de jugadores que se saben impunes…y frente a eso lucha, tesón, esfuerzo y coraje arropando a la calidad que también atesora nuestro equipo. La suerte y la nefasta gestión del arbitro decidieron.
A partir de ahora hay que seguir en esa senda para poder mantenernos un año más en primera y poder volver a gritar el año que viene otra vez: que si, que si, que putta real Madrid.
Feliz semana y hasta la próxima.
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