viernes, 13 de mayo de 2011

Programa 64

LOS ESPÍRITUS DEL TEMPLO
(Por Joackim nilsson)

JUSTICIA POÉTICA

Se está convirtiendo este final de Liga en una especie de escalada libre a lo alto de una montaña que no se acaba nunca. Cuando parece que se alcanza la cima, resulta que hay otra pared escoradita que no se veía en la ascensión. Y vuelta a empezar.

Si todavía no se han recuperado del partido del Sábado, prepárense porque esta semana hay otros dos. Y si tienen en casa algún muchacho en edad infantil, nada mejor que este fin de temporada para enseñarle el maravilloso mundo de las cuentas.

Algunos ya avisamos de la peligrosidad del partido contra el Coruña. Y es que las urgencias de los de abajo hacen que la competición no muera nunca. Con todo, el Sporting salió a disputar el partido con el firme propósito de finiquitar la temporada, y con el guión de otras tardes; importante ganar, pero mucho más importante no perder.

Con dichos condicionantes el primero en golpear fue el Sporting. Con un balón interior de un Cases mutado en Iordanov, que dejó sólo a de las Cuevas ante Aranzubía, pero el remate del alicantino fue repelido por el guardameta visitante.

Sin tiempo para reaccionar se alinearon los astros futbolísticos para un gol de esos que no se cree ni quien lo marca. Una pérdida de balón, con pases divididos que nunca se cortan, un mal centro, un remate a la “remanguillé”, media parada de Colinas y finalmente gol del Coruña.

El gol sirvió para que los aficionados gallegos se olvidasen por un segundo de insultar a los rojiblancos y al menos cantaran un gol mientras se pellizcaban los unos a los otros. El escenario ideal para un equipo de Lotina se había dado. Y ya se sabía que sería una tarde muy sufrida.

Sin embargo, el Sporting es un equipo con mucha alma, y, aunque sin demasiado acierto, comenzó a remar contracorriente como buenamente podía. Azuzando la zarza una y otra vez llegó el enésimo centro de Valdés al corazón del área, y allí llegó uno de los mejores imitadores de Superman que se ha visto jamás. El visitante Laure pegó un brinco propio del personaje de cómic, con serias dudas de si el balón impactó en sus brazos extendidos o en la capa. El que estaba más cerca era el árbitro, que entendió que dos brazos al viento en un área no son propios de este deporte. Y con eso señaló penalti. Ayoze García se echó la responsabilidad a sus hombros y convirtió el penalti emulando al mejor Ferrero.

El resultado hacía justicia a lo visto sobre el terreno de juego, y a punto estuvo de decantarse para los locales en la enésima colada de Lora por la banda, cuyo centro remató desviado Barral. Pero parecía que la tarde estaba por darle la razón al fútbol rácano de Lotina y un buen balón entre los centrales lo convirtió en gol Adrián de forma magistral. Seguro que hubo aficionados del Coruña a quienes les molestó el gol, porque les interrumpió en su empeño por insultar a la grada rojiblanca, pero recuperaron lo que es fútbol por un momento y volvieron a cantar un gol de los suyos. Nada serio, pronto volvieron a ceñirse a su desagradable guión.

Se rumorea que en el descanso la charla en el vestuario local giraba en torno a la posibilidad de contactar con la Policía Municipal para retirar el autobús de Lotina de la portería de Aranzubía. Pero finalmente las gestiones resultaron infructuosas.

Y con esas se presentó un segundo tiempo con desventaja, autobús, visitantes insultantes y poca fortuna hasta el momento. Pero este Sporting ha reunido a un grupo de muchachos que se crecen ante la adversidad, y con esas pusieron todo en el campo para igualar la contienda.

Pudo ser Lora en una de sus innumerables arrancadas con posterior disparo, o Barral en otra de Valdés con centro al área que se marchó por poco. Pero la más clara vino por un nuevo centro, otro más, de Valdés, un control de maestro de Barral con dejada al más puro estilo Luhovy, y un zapatazo de Castro Pereira con el disfraz de Iordanov que hizo temblar el poste de la portería visitante.

Hubo quien pensó en una especie de sortilegio para conseguir vencer la defensa gallega. Una defensa que despejaba como fuera los envites sportinguistas, ya sea con pierna, cabeza, o mano, como la escandalosa que cometió Aythami y que hizo callar del susto a la grada insultante desde la que incluso se pudo escuchar un sonoro “glub”.

Pero cuando parecía que el partido agonizaba llegó una genialidad de Barral. El gaditano decidió que ya estaba bien de tocar y tocar. Se fue a banda, pidió la bola, y con un particular “a mi Sabino que los arrolló” se plantó en la frontal del área pequeña siendo empujado por detrás por el central visitante. El penalti fue tan claro que lo vio incluso el linier, que por otro lado fue quien lo señaló. Y fue el propio Barral, quien había fabricado la jugada quién se encargó de culminarla, tras varios minutos de protestas sin sentido, que se hicieron eternas, y que culminaron con un lanzamiento que firmaría Joaquín. Una, dos y tres paradinhas fueron demasiadas para Aranzubía y magníficas para la grada local.

El gol del empate trajo justicia poética a un Sporting que lo mereció. Por fútbol, por casta, por compromiso, y por actitud. Y trajo además una circunstancia paradójica. La afición visitante insultante se quedó afónica, y fue la local la que estalló de júbilo en otro paso más hacia la ansiada salvación, que sigue como la semana pasada, tan cerca, y sin embargo, tan lejos.

NOTA; El Coruña es uno de esos equipos que podríamos calificar de nuevos ricos venidos a menos. Tuvieron su época dorada, que poco a poco se va diluyendo. Posiblemente desciendan más pronto que tarde. Esa es su deriva. Y no será una tragedia para el fútbol español, ni una injusticia de proporciones bíblicas. Estas cosas se definieron hace ya mucho tiempo como ciclos. A todos nos ha tocado vivirlo.

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