martes, 24 de mayo de 2011

Los espíritus del TEMPLO

RESISTIRE

Finalizó la Liga 2010-2011 en Primera División. Y terminó con el Sporting manteniendo la categoría un año más tras un partido en Alicante que sirvió para dar un saludo a uno de esos equipos históricos que no acaban de sentar la cabeza, y cuyo paso por el campeonato se ha extendido por un tiempo prácticamente inapreciable.

La buena noticia de la continuidad rojiblanca vino con otra por añadidura; y es que finalizada la competición el Sporting fue décimo en la que algunos conocen como la mejor liga del mundo. Todo un logro en términos absolutos, y sobre todo en términos relativos, vistos los primeros compases del baile. Quienes pronosticaron la imposibilidad en aquel remoto mes de Diciembre de que el Sporting lograra 10 victorias, sencilla, única y llanamente, se equivocaron. Y van …

Desde que el ahora tan denostado Parlamento decidió que el fútbol que siempre conocimos se transformara en una competencia de sociedades mercantiles el Sporting ha ido cuesta abajo y sin frenos. Por desgracia, la imagen de los míticos espíritus vistiendo la elástica rojiblanca, se fue degradando poco a poco, hasta convertir al equipo en una suerte de trapecista novato debutando en el Circo Mundial. Con dichos condicionantes a nadie pudo extrañar la caída al abismo. Lo que pocos sospechaban es que el impacto fuera de tal gravedad.

Las heridas fueron profundas, y las recaídas constantes. Y ningún especialista fue capaz de recuperar a los artistas. Sin embargo, cuando todo parecía abocado al desastre y al fracaso estrepitoso, con tintes de importante tragedia, apareció en el sportinguismo un personaje surgido realmente de la nada, que invirtió la tendencia y dotó a los gijoneses de una palabra que hacía tiempo tenían desechada. Optimismo.

Si los espíritus tuvieran que calificar la llegada de Don Manuel Preciado Rebolledo al Sporting, seguramente la indiferencia sería la palabra más apropiada. Sin embargo, Manolo Preciado tuvo, desde el primer momento, un impacto tremendo en el entorno sportinguista. Para bien o para mal sus formas transformaron un entorno pesimista en una luz al final del túnel. Y con dicha luz comenzó su trabajo.

Preciado ha entrado en la historia del Sporting por la puerta grande. Y lo ha hecho por méritos propios. Sin embargo, y aunque parezca un contrasentido, nadie podrá decir que ha sido siempre el mismo entrenador. Seguramente ha sido siempre la misma persona, pero el inquilino del banquillo local durante los últimos 5 años ha tenido más caras que una caja de muñecos. Desde sus inicios en que adoptó las influencias de otro gran cántabro histórico como es Vicente Miera, con todo el equipo lanzado al ataque y llegando por oleadas, hasta sus últimos partidos de la temporada pasada donde el espíritu del punto es punto de Vujadin Boskov planeó sobre el ambiente, pasando por fases de seriedad al estilo García Cuervo, fases de contraataque estilo Novoa, fases de locura colectiva estilo Jacobs y porque no decirlo, momentos en que no se jugaba a nada que hubiera firmado el mismo Benito Floro.

Sin embargo, y pese a todo ello, esta ha sido seguramente la temporada más discutida de Preciado. Y es que ya se sabe, cuando se junta la Cofradía del “ya lo dije yo”, con la “campañina” de un sector de la prensa, todo ello aderezado con la intervención estelar de la Peña Sportinguista “A hombros”, y los bandazos del “Club de los Enemigos del Bendito Cinexin”; nada bueno puede deparar la situación para esta bendita casa.

Así, entre dimes, diretes y dilo tú que a mi me da la risa, Preciado aguantó palos de todos los sectores, todos los colores y todos los ámbitos. Contra viento y marea, anclado, concienciado, convencido, e incluso empecinado en una idea de conjunto y de equipo que hizo que los más enteradillos de la clase reverdecieran viejos laureles.

Y el tiempo le ha dado la razón. Algunos podrán hablar de suerte, otros de trabajo, otros de astros, pero cada vez hay más gente convencida de que el Sporting logra sus objetivos por cuatro letras, juntas, ordenadas, que pasan inadvertidas para muchos, y que responden al apelativo de ALMA.

Decía David Vidal que el Sporting puede jugar mejor o peor en El Molinón, pero que en todos los partidos dispone de un periodo de cinco o diez minutos donde da igual quien esté delante, el Sporting es capaz de destrozarlo. Y Preciado ha sabido conjugar su estilo, con el del equipo y con esa gran virtud del Templo. Quizás ahí radique el alma, o la misma sea fruto del trabajo diario, y quien sabe si la suerte también influye, o esa táctica que nunca se entrena, o eso dicen los entendidos. El caso es que pocos conjuntos de la Liga de las Estrellas tienen los arrestos de los que ha hecho gala este para levantarse tantas veces como ha sido golpeado. Y ese mérito es de esta plantilla y de su cuerpo técnico.

Pero con todo, y aunque los objetivos se vayan cumpliendo siempre, los quintacolumnistas, o columnistas a secas estarán con la escopeta cargada. Es un mal endémico del Sporting. Serán los encargados de poner el énfasis en los datos más importantes. Así, perderá cualquier mérito ganar al Madrid en el Bernabeú, o puntuar ante un Barcelona que siempre gana salvo aquí. Tampoco tendrá valor dominar durante 45 minutos al mejor equipo del mundo, ni quedar por encima de diez equipos, muchos de ello con mayor presupuesto, ni ver a jugadores irse al ataque intercambiando sus posiciones en la línea de tres atacante como no se veía desde Luis Enrique, Juanele, Manjarín y Luhovy, casi nada al aparato. Esto no es significativo, lo verdaderamente importante es luchar contra la mayor afrenta a 106 años de historia del Sporting, o sea, que haya rotaciones entre semana, tóquense ustedes los cojones, con perdón.

Pero los Espíritus están tranquilos, porque Manuel Preciado les acompañará al menos una temporada más en el éxito y en la élite, que es lo realmente importante. Porque el fútbol es presente, el presente es Preciado, y Preciado es el Sporting, y para ambos ya formularon hace muchos años el Duo Dinámico la clave de sus operaciones. Seguro que nuestro entrenador bailó a su ritmo en más de una ocasión;

Resistiré para seguir viviendo
Me volveré de hierro para endurecer la piel
Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte
Como el junco que se dobla
Pero siempre sigue en pie

Se lo aseguro. Con música suena mejor.
Gracias Manolo. Gracias entrenador.

Esta semana dos especiales

El equipo de Rincón Sportinguista se viste de gala para recibir a nuestro invitado, el reto a sido complicado y difícil de conseguir lo podemos asegurar, pero no podías quedar sin entrevistar al entrenador del Real Sporting de Gijón Don Manolo Preciado, el orgullo y placer que sentimos todos los integrantes de Rincón es grandísimo y esperemos disfrutéis tanto de la entrevista, como nosotros hemos disfrutado de realizarla
Puedes descargarla o escucharla aquí



















Especial Sporting B
Reunimos a un elenco de periodistas que siguen el día a día del filial rojiblanco, para hablar sobre el Sporting b y lo acontecido esta temporada así como está la escuela de Mareo a día de hoy.
Deciros que es un placer y un orgullo la colaboración desinteresada que nos ofrecen, demuestran que en el periodismo también hay gente que merece mucho la pena.
Muchas gracias a:
Marcos Martín (SER)
Fernando Gª de Dios (RPA)
Pablo Tuñón (LNE)
Puedes descargarla o escucharla aquí

miércoles, 18 de mayo de 2011

Los espíritus del TEMPLO


EL DULCE SUFRIMIENTO


No me negarán que el partido de ayer fue un maravilloso viaje por el proceloso mundo del fútbol en todas sus variantes curiosas. Una joya para todos aquellos que disfrutan con su lado masoquista. Y sobre todo un examen para corazones sufridos, como los que normalmente vienen de serie en el sportinguismo.

De entrada hemos de convenir que el Sporting ganó un partido decisivo. Y lo ganó porque fue mejor sobre el campo. Ahora vendrán los histriónicos a presentarnos todo tipo de teorías conspirativas intentando hallar la razón por la que el Sporting fue mejor. Pero eso queda para los que gozan demasiado con el sufrimiento y se regodean en él.

Lo cierto es que quien haya visto el partido sabrá de lo que se habla. Un equipo muy superior, con otro muy relajado, hacia imposible que la balanza no se decantara del lado local. Y sin embargo alguno incluso lo dudaría.

Tras media semana de dimes y diretes el Sporting saltó al campo con un once que algunos catalogarán de gala, para enfrentarse a unos vecinos cántabros que podríamos calificar como contemplativos. Y así se escribió la historia. Un torrente de fútbol de llegada por todas las partes del campo que se tradujo en una capacidad de remate lamentable. Los ataques por oleadas de los sportinguistas tenían tres tipos de finalización a cuál más inmisericorde. Los postes, los fallos de los rojiblancos, o el partidazo del portero cántabro se repartían por partes iguales las incursiones en las inmediaciones del área rival.

Con estos condicionantes habría aficionados que sufrieron, nadie puede ponerlo en duda, pero la confianza, y el convencimiento en la victoria no se esfumó del Coliseo Sportinguista ni por un momento. Ni siquiera ante el sorprendente gol visitante que hizo frotar algunos ojos de incredulidad. Sin embargo, lo que en otras circunstancias se hubiese visto como una pared infranqueable, simplemente se tornó en una contrariedad, y para algunos ni eso.

Y ello porque ni el mismo Ablanedo en el mítico Müngersdorf Stadium de Colonia hubiera sido capaz de mantener la portería del Racing a cero. Y el Sporting siguió con el mismo patrón; asedio, asalto, sitio, abordaje, ataque o como quieran llamarlo. En definitiva, un aluvión.

Y como no podía ser de otra manera, y quizás para calmar los corazones de los pocos aficionados que iniciaron etapa de nerviosismo, al final la pelotita entró. Un balón en la frontal de Castro, atrayendo a los centrales al más puro estilo Juanele dejó una autovía sin peaje para de las Cuevas, que al primer toque y de disparo seco y raso batió al portero visitante.

La charla del descanso posiblemente ni se produjera. Quizás fue sustituido por un, si seguimos así ganamos por lo civil o por lo penal. Y los sportinguistas hicieron caso, siguiendo con el guión trazado.

Lo cierto es que la sentencia tardó muy poco. Con pocos minutos de la segunda parte, de las Cuevas volvió a tomar la banda derecha, insertó una moneda en la máquina de su particular galope, levantó la cabeza, tiró un centro al corazón del área, y un mal despeje de los centrales le dejó a Novo el balón con el que sueña cualquier delantero. El gallego ya ha demostrado que tiene formas poco ortodoxas, y tras una maniobra que firmaría el gran Abel, acertó a introducir el balón en la portería contraria, que al final es de lo que se trata.

El dos a uno trajo una serie de efectos inmediatos. En primer lugar una sensación en la grada indefinible. Con la petición de que alguien inventara algo para entretenerse la última media hora, porque con todo el pescado vendido, aquello se podía convertir en un peñazo de dimensiones bíblicas. Ahí Preciado ideó un divertimento para los asistentes que todo el mundo agradeció de forma unánime. Y ese entretenimiento se tradujo en cambios. Cambios con sabor a despedida, que dejaron un poso de melancolía que será difícil de olvidar.

El primero de ellos le tocó a Rafel Sastre. El eterno capitán abandonó por última vez el césped de El Molinón con una ovación tan sincera como atronadora. Seguramente pasarán muchos años hasta poder disfrutar de una expresión de cariño colectivo con semejante sentimiento. A ella siguió la de Diego Castro, cuyo poso también fue intenso pero sin llegar al nivel del otro capitán. En cualquier caso, es dudoso que cualquiera de los dos sean capaces de olvidar lo sucedido en el Templo.

De ahí al final una fiesta total en la grada. Con un Racing más contemplativo que nunca, y las cabezas pensando menos en el partido, y más en el futuro inmediato del Sporting. El sportinguismo aguarda sorpresas positivas. Tiene esa ilusión. Aunque seguramente se verá quebrada si nos guiamos por las recientes experiencias. Y es que en los últimos tiempos las épocas de apertura de mercados suelen coincidir con periodos para olvidar. Lo triste es que incluso ya parece que existe cierta resignación. Pero ese es otro sufrimiento, y por desgracia, no tan dulce.

viernes, 13 de mayo de 2011

Programa 64

LOS ESPÍRITUS DEL TEMPLO
(Por Joackim nilsson)

JUSTICIA POÉTICA

Se está convirtiendo este final de Liga en una especie de escalada libre a lo alto de una montaña que no se acaba nunca. Cuando parece que se alcanza la cima, resulta que hay otra pared escoradita que no se veía en la ascensión. Y vuelta a empezar.

Si todavía no se han recuperado del partido del Sábado, prepárense porque esta semana hay otros dos. Y si tienen en casa algún muchacho en edad infantil, nada mejor que este fin de temporada para enseñarle el maravilloso mundo de las cuentas.

Algunos ya avisamos de la peligrosidad del partido contra el Coruña. Y es que las urgencias de los de abajo hacen que la competición no muera nunca. Con todo, el Sporting salió a disputar el partido con el firme propósito de finiquitar la temporada, y con el guión de otras tardes; importante ganar, pero mucho más importante no perder.

Con dichos condicionantes el primero en golpear fue el Sporting. Con un balón interior de un Cases mutado en Iordanov, que dejó sólo a de las Cuevas ante Aranzubía, pero el remate del alicantino fue repelido por el guardameta visitante.

Sin tiempo para reaccionar se alinearon los astros futbolísticos para un gol de esos que no se cree ni quien lo marca. Una pérdida de balón, con pases divididos que nunca se cortan, un mal centro, un remate a la “remanguillé”, media parada de Colinas y finalmente gol del Coruña.

El gol sirvió para que los aficionados gallegos se olvidasen por un segundo de insultar a los rojiblancos y al menos cantaran un gol mientras se pellizcaban los unos a los otros. El escenario ideal para un equipo de Lotina se había dado. Y ya se sabía que sería una tarde muy sufrida.

Sin embargo, el Sporting es un equipo con mucha alma, y, aunque sin demasiado acierto, comenzó a remar contracorriente como buenamente podía. Azuzando la zarza una y otra vez llegó el enésimo centro de Valdés al corazón del área, y allí llegó uno de los mejores imitadores de Superman que se ha visto jamás. El visitante Laure pegó un brinco propio del personaje de cómic, con serias dudas de si el balón impactó en sus brazos extendidos o en la capa. El que estaba más cerca era el árbitro, que entendió que dos brazos al viento en un área no son propios de este deporte. Y con eso señaló penalti. Ayoze García se echó la responsabilidad a sus hombros y convirtió el penalti emulando al mejor Ferrero.

El resultado hacía justicia a lo visto sobre el terreno de juego, y a punto estuvo de decantarse para los locales en la enésima colada de Lora por la banda, cuyo centro remató desviado Barral. Pero parecía que la tarde estaba por darle la razón al fútbol rácano de Lotina y un buen balón entre los centrales lo convirtió en gol Adrián de forma magistral. Seguro que hubo aficionados del Coruña a quienes les molestó el gol, porque les interrumpió en su empeño por insultar a la grada rojiblanca, pero recuperaron lo que es fútbol por un momento y volvieron a cantar un gol de los suyos. Nada serio, pronto volvieron a ceñirse a su desagradable guión.

Se rumorea que en el descanso la charla en el vestuario local giraba en torno a la posibilidad de contactar con la Policía Municipal para retirar el autobús de Lotina de la portería de Aranzubía. Pero finalmente las gestiones resultaron infructuosas.

Y con esas se presentó un segundo tiempo con desventaja, autobús, visitantes insultantes y poca fortuna hasta el momento. Pero este Sporting ha reunido a un grupo de muchachos que se crecen ante la adversidad, y con esas pusieron todo en el campo para igualar la contienda.

Pudo ser Lora en una de sus innumerables arrancadas con posterior disparo, o Barral en otra de Valdés con centro al área que se marchó por poco. Pero la más clara vino por un nuevo centro, otro más, de Valdés, un control de maestro de Barral con dejada al más puro estilo Luhovy, y un zapatazo de Castro Pereira con el disfraz de Iordanov que hizo temblar el poste de la portería visitante.

Hubo quien pensó en una especie de sortilegio para conseguir vencer la defensa gallega. Una defensa que despejaba como fuera los envites sportinguistas, ya sea con pierna, cabeza, o mano, como la escandalosa que cometió Aythami y que hizo callar del susto a la grada insultante desde la que incluso se pudo escuchar un sonoro “glub”.

Pero cuando parecía que el partido agonizaba llegó una genialidad de Barral. El gaditano decidió que ya estaba bien de tocar y tocar. Se fue a banda, pidió la bola, y con un particular “a mi Sabino que los arrolló” se plantó en la frontal del área pequeña siendo empujado por detrás por el central visitante. El penalti fue tan claro que lo vio incluso el linier, que por otro lado fue quien lo señaló. Y fue el propio Barral, quien había fabricado la jugada quién se encargó de culminarla, tras varios minutos de protestas sin sentido, que se hicieron eternas, y que culminaron con un lanzamiento que firmaría Joaquín. Una, dos y tres paradinhas fueron demasiadas para Aranzubía y magníficas para la grada local.

El gol del empate trajo justicia poética a un Sporting que lo mereció. Por fútbol, por casta, por compromiso, y por actitud. Y trajo además una circunstancia paradójica. La afición visitante insultante se quedó afónica, y fue la local la que estalló de júbilo en otro paso más hacia la ansiada salvación, que sigue como la semana pasada, tan cerca, y sin embargo, tan lejos.

NOTA; El Coruña es uno de esos equipos que podríamos calificar de nuevos ricos venidos a menos. Tuvieron su época dorada, que poco a poco se va diluyendo. Posiblemente desciendan más pronto que tarde. Esa es su deriva. Y no será una tragedia para el fútbol español, ni una injusticia de proporciones bíblicas. Estas cosas se definieron hace ya mucho tiempo como ciclos. A todos nos ha tocado vivirlo.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Programa 63

LOS ESPÍRITUS DEL TEMPLO
(Por Joackim nilsson)

TAN CERCA; Y SIN EMBARGO TAN LEJOS

Ha llegado el momento de la temporada donde el fútbol deja una parte importante a las matemáticas, y los aficionados hacen sus cábalas para saber las posibilidades reales de cumplir los objetivos deseados.

En esta lucha de números, creencias, posibilidades, tabúes, y sortilegios, lo cierto es que se nos olvida que los encuentros hay que disputarlos, y que nada es blanco o negro en un partido de fútbol.

No hay duda de que unos cuantos aficionados quisieron ver a priori una especie de pacto de no agresión entre Levante y Sporting. Tal parecía que el partido se iba a desarrollar más o menos de la siguiente forma. Un destacamento de jugadores blaugranas se encontraría con otro formado por jugadores rojiblancos, bajo la atenta mirada del árbitro. Estrecharían sus manos con fuerza, se sentarían en una mesita de campo, y suscribirían un pacto de no agresión con la sangre del dedo anular del jugador más joven y del más veterano de la convocatoria. Todo ello con una pluma de pavo real para dar más solemnidad al asunto.

Sin embargo, los hechos no se desarrollaron de tal manera, ni mucho menos. Huyan de ese bulo que dice haber visto a Valdés despojándose del sable de uniforme de los Casacas Rojas justo antes del pitido inicial. El mayor formalismo que se pudo apreciar fue el de Quini señalando los cambios al cuarto árbitro. Por lo demás todo siguió el guión de la no agresión de una forma bastante tácita.

Y nadie negará, que la salida del Levante en su feudo y ante su afición tuvo la sana voluntad de hacerse con los tres puntos. Que se lo pregunten si no al bueno de Colinas, que tuvo que emplearse a fondo ante un disparo a bocajarro de Caicedo, o al sempiterno Hernández que con dos cruces providenciales desbarató la poca pólvora que los levantinos pusieron en juego.

Por parte sportinguista hubo aún menos, con un disparo lejano de Eguren por todo acercamiento, y un curso práctico de centrocuentismo a cargo del propio uruguayo, Rivera y de las Cuevas.

Con tales condicionantes se llegó al descanso, y lo cierto es que la escena de tregua propia de la Guerra de Secesión antes apuntada, bien pudo darse en el vestuario del Ciudad de Valencia, toda vez que en la reanudación el partido desapareció para sus adentros, transformándose en una especie de concurso de errores no forzados, con premio de un punto para el caballero.

Lo anterior fue aún más acusado con el transcurso de los minutos; instaurándose el aburrimiento en el Estadio, sólo interrumpido por las chanzas y los latiguillos de ambas aficiones, que, contagiados del tedio existente, prefirieron entregarse a la siesta de animación, antes que alimentar semejante pamema.

Los tres pitidos del árbitro fueron un soplo de aire fresco en la tarde valenciana. Un punto para ambos. 43 para los levantinistas, y 42 para los sportinguistas. En circunstancias normales esta puntuación supondría la salvación de ambos conjuntos y su emplazamiento para la temporada venidera. Sin embargo, esta temporada la tranquilidad está aún lejos, porque las posibilidades matemáticas se incrementan de manera inversamente proporcional a las posibilidades del Madrid de ganar el título.

Así las cosas, y para increíble solaz de muchos sportinguistas, los resultados de la jornada dejan al Sporting más cerca de la salvación, al sumar un punto más, pero más cerca del descenso, al restar un punto quien marca la caída al pozo. El hecho de que sea el Getafe quien ocupe dicha plaza parece que es suficiente justificación para que muchos sportinguistas continuemos sufriendo.

Así las cosas, el sábado se disputará una final contra el Deportivo de la Coruña. La victoria rojiblanca supondría la salvación, sin más. El empate puede acercarla, pero una derrota supondría un sufrimiento de tal calibre, que haría revivir antiguos fantasmas. Confiemos en que las cábalas se hagan estando salvados. El resto sólo supone alimentar los malos espíritus con una importante dosis de mal gusto, y sortear los turnos, las fichas y el tablero para una nueva edición del juego con fuego. Esperemos no tener que lamentarnos.

Eso sí. Si hay que elegir armas para el combate, no hay duda. Elegimos a Nacho Cases, a Andre Castro y a Miguel de las Cuevas. Si hay que jugar, al menos marquemos las cartas. Con tres ases puede valer. Y con tres puntos también. A por ellos.